El trompo y el volantín reviven en fiestas patrias
Los juegos tradicionales vuelven en gloria y majestad para los dieciocho. Claro que eso es un decir, porque los niños de ahora poco y nada saben de trompos y volantines con los que jugaron sus padres y abuelos. Ahora pasan largas horas entretenidos con sus tablets, celulares y un sinnúmero de artefactos electrónicos. Pero siempre hay quienes se entusiasman con los relatos de esos juegos tradicionales, especialmente cuando ven un trompo “plumita” o un “cucarro” bailar en el suelo, o volar por los cielos un colorido volatín “chupete”.
“Tulipán de papel, sostenido con humo en el viento apresurado. Giras entre sus aspas pesadas de silencio”, escribía Pablo Neruda, premio Nobel de Literatura, mientras que Andrés Sabella, poeta y escritor, decía que: “Yo tuve un hermoso trompo, un trompo que huía de mi diestra como un pájaro en cuyas alas hubieran volcado su locura todos los vientos. Era grandote y bizarro…”.
Sergio Sandoval hace bailar los trompos alegrando niños

Sergio Sandoval, quien lleva más de 20 años haciendo feliz a los niños de la comuna de Andacollo.
“Un día apareció un niño en la casa y me pidió que le hiciera un trompo, se lo hice. Al otro día llegó acompañado con cinco amigos de la escuela y venían por el suyo. Se corrió la voz y llegaron más niños y así partió mi historia como fabricante de trompos”.
Este santiaguino se radicó hace 40 años en la comuna y es feliz cuando ve reír a un niño y más cuando un trompo baila, especialmente si él lo fabricó. Su padre, que vivía en Vallenar, le regaló un torno y con ese, “más la madera que me regalan los padres de los niños, les fabrico uno. Obviamente, no tienen idea de cómo se enrolla la lienza ni cómo se tira el trompo. Y para qué decir, cómo se ponen de contentos cuando tiro el trompo y lo agarro en la palma de la mano y todavía girando”
Les cuenta a los pequeños que está el trompo y la tagua, que abajo es más delgada y plana en la parte de arriba y dura más girando, pero los dos se usaban en el “púe”, que era un juego que consistía en sacar monedas de una cancha. Y el trompo “era especial para jugar a los “quiñes”. Ahí el de madera más dura ganaba, ya que había que golpear a los otros trompos con la púa (clavo) y sacarlos de la cancha.
Don Sergio se acuerda que les cobraba 100 pesos por trompo a los niños y “era porque todos tenían 100 pesitos y el que no tenía, se llevaba uno de regalo. La idea era hacer feliz a todos”.
Dice que ahora los niños poco conocen los trompos, pero a veces llegan de la mano de su papá para que les haga uno, “claro que ahora cobro mil pesos, no es mucho, pero hace feliz a los pequeños, así como lo fueron sus padres, quienes les cuentan sus historias de los trompos y aparecen por aquí para mostrarles cómo son y cómo se hacen”.
Volantinero lleva toda una vida con el chupete, la ñecla y el pavo.

El Chupete, la Ñecla y el Pavo no son apodos, son los nombres que los artesanos han dado a los tipos de volantines que surcan los cielos en las fiestas patrias y, que, sin lugar a dudas, son uno de los juegos tradicionales que más han perdurado en el tiempo.
Por esas cosas de la vida, en Andacollo hay un volantinero que sabe todos los secretos de este juego preferido por los niños del siglo pasado y también de los actuales. Es Fernando Orozco Cueto, quien llegó hace seis meses hasta el sector El Curque y espera quedarse para siempre. “Aquí quiero partir de cero”, dice este hombre de 72 años, quien lleva 56 años en el oficio, “donde me he ganado la vida con mi emprendimiento ‘Volantín el campeón’, nombre que le puse en homenaje a mí padre, quien me enseñó este oficio”.
Fernando, en su puesto del Pueblito Artesanal de Andacollo, contó que es oriundo de Valparaíso, donde todos los domingos había competencias y era integrante del club Volantines en el Cielo. “Nos preparábamos para los campeonatos nacionales. Ah, por cierto, la idea es crear un club en Andacollo, por ahora hay 8 personas interesadas y con 15 hacemos un club, sacamos personalidad jurídica y podemos ir a competir a los nacionales. En Chile hay 122 clubes, podemos ser el 123”, comenta con ilusión.
Orozco está entusiasmado y tiene la posibilidad de hacer un taller de volantines en las escuelas de la comuna.
“Sería muy lindo enseñar a los niños, no sólo a hacer volantines, sino que también a elevarlos, hacer las piruetas que tantos nos agradan. Las que más llama la atención es “echar comisiones” sin hilo curado, que está prohibido, romper el volantín rival y la destreza de manejar el volantín en el aire”.
El volantinero afirma que en poco tiempo se verán los volantines en los cielos de la comuna para las fiestas patrias, pues los niños, jóvenes y adultos aprenderán cómo hacer los palillos, poner los tirantes, si los cortos o largos son los mejores para elevar. Además, las medidas que deben tener los volantines profesionales, los de competencias y los normales. “La idea es que todos los fines de semana se vean los volantines en los cielos de la comuna”, dice Fernando Orozco.



