María Osorio y los “chilenitos” de Maitencillo
Aprendió a hacerlos cuando era una niña y se ha ganado la vida haciéndolos.
En los próximos días viajará hasta la ciudad de Castro junto a un grupo de adultos mayores de Andacollo para conocer y disfrutar de los lindos paisajes del sur. Además, relajarse un poco de lo que le significa llevar toda una vida haciendo los deliciosos dulces de Maitencillo, esos que aprendió cuando niña. “Y no me quejo de la vida; me gusta mi campito y hacer dulces, que por lo demás, ayudan al sustento del hogar”, afirma la señora María Osorio, experta en “chilenitos”, alfajores y empanadas de alcayotas.
En la ruta por Maitencillo está don Sergio vendiendo los dulces, esos que les entrega a diario la señora María, una de las tres dueñas de casa que los fabrican. “Pero quedamos dos, porque la señora Idolia, que tiene 88 años, ya no los hace. Y la otra señora está más abajo por la carretera”, cuenta María, de 72 años.
Dice que vivía en el centro, a un costado de la carretera, pero hace muchos años se cambió a este terreno, “donde vivo feliz y con las puertas abiertas”. Eso le gusta, la vida de campo, ya que “tengo una cómoda casa, con una tremenda entrada, porque no me gusta vivir encerrada, como en las ciudades”.

La señora María nació y ha vivido toda su existencia en Maitencillo y por nada del mundo la sacarán de su casa, donde “vivo sembrando y cosechando. Por ejemplo, esas sandías y melones que están ahí, los acabo de sacar de mi campito, además de tomates, porotos verdes y habas. También tengo duraznos, que los vendo. Es decir, sólo viajo una vez al mes a comprar los víveres a Coquimbo, donde aprovecho de visitar a mi hija, mis nietos. Mi otro hijo vive en esa casa, pero lo veo poco por su trabajo”.
Chilenitos
Los famosos chilenitos los aprendió de una anciana que le enseñó a los 14 años, cuando trabajaba de manipuladora de alimentos en la Escuela N°23 de Maitencillo, donde estudió hasta sexto básico. De ese día, ya son más de 40 años haciéndolos.
Claro que la venta la realiza don Sergio hace dos años, y también don Carlitos, en El Manzano. “Antes se los entregaba a mi hermano, que tenía almacén”, relata. Se ríe al contar que en una ocasión don Sergio le pidió 250 paquetes “y los vendió todos”. Pero lo normal son 160 paquetes diarios, “que nos ayuda bastante al sustento del hogar”.
María Osorio tiene muchas energías, porque rápidamente va a la cocina, mira al león que tiene de guardián y mientras conversa saca cuentas de los gastos, también tira líneas del viaje al sur con los “viejos de Andacollo. Ah, pero ese es todo el contacto que tengo con las otras personas, porque no tengo tiempo, ya que hago las cosas de la casa y miro mis arbolitos”.
Con respecto a los otros vecinos, señala que es poco el contacto, cada uno en su casa, “y no creo que haya más de 100 personas en Maitencillo”. Además, agrega que ratos libres no tiene mucho, porque en la noche hace los paquetes de dulces, también hace pan amasado. Además, lava el equipo al deportivo Maitencillo, que para los veranos juegan amistosos con equipos de otras localidades. “Es decir, una vida trabajando, pero feliz haciendo chilenitos y mirando mi campito, que es lo más lindo del mundo”.



